martes, agosto 08, 2006

A VECES, CUANDO LLUEVE
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A veces llueve en el rincón del patio

y entonces pienso que el gentío se moja.
Se siente frío, es la verdad, no todos
comprenden que estar solo no es alegre.
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A veces llueve, es cierto, en la alameda

donde los chicos juegan en verano
con sus fusiles que recuerdan cosas
que nunca quiero recordar ni debo.
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A veces es abril; otras, otoño.

A veces cuando escribo a la familia
o bien sentado sueño en la ventana,
contemplo cómo pastan las ovejas.
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Y a veces me despeno cuando llueve;

entonces me imagino en la colina
con la paz en los ojos divisando
la tranquila ciudad que abraza el Duero.
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Pero estoy en la cama simplemente

y escuchando llover tras los cristales
con una soledad no compartida
que nunca puedo digerir del todo.
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Dibujo —entonces, seres no nacidos

que buscan a su padre en mi despensa,
figuras de latón junto a la estufa,
madres que hacen carbón con los cartones.
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A veces, cuando llueve, no distingo

la luz pintada y, entre tanto, nada
me impide ver el mundo y su amargura,
la vida y su desnuda realidad.
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Pero a veces, también, contemplo el

mundo,
cuando llueve, con ojos comedidos,
y leyendo los diarios de la tarde
las horas paso haciendo crucigramas.
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Cuando llueve es mejor poner la Radio

Nacional y escuchar al locutor:
un pato que se ha ahogado en el estanque
y un discurso del Papa a las monjitas;
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una revista en el Martín, pantanos

que se inauguran cada dos por tres,
una venta de restos post-balance,
Gibraltar, muebles López y un refresco.

Pero a veces, también, y cuando llueve
contemplo que no hay cómodas ni mesas
en la casa, ni nadie que te mire
con ternura y te vele por la noche;
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ni leche que tomar por la mañana

cuando. despiertas, como en un susurro,
ni quien —novia— te dé los buenos días
ni nada cuando llueve en el alféizar.
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Por eso lloro amargamente entonces...

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Gabino- Alejandro Carriedo.

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